Marisol Castillo Robles
Marisol Castillo Robles

Marisol Castillo Robles
Marisol Castillo Robles nació en Baza, un rincón andaluz donde el frío del invierno se calentaba con cuentos, chimeneas encendidas y cintas de casete repletas de historias. Su infancia estuvo envuelta en una atmósfera literaria que marcaría para siempre su manera de ver el mundo. En su hogar, la lectura era más que un hábito: era un ritual compartido. Sus padres les leían cada noche, sus hermanos mayores grababan cuentos para ella y su hermana pequeña, y su abuela Bernarda recitaba de memoria versos de Gloria Fuertes y Federico García Lorca, versos que luego copiaba para no olvidarlos jamás.
La primera gran influencia de Marisol fue su hermana mayor, escritora e investigadora incansable, quien le abrió la puerta al universo mágico de las palabras. Fue ella quien le enseñó que detrás de cada historia hay un alma, un mensaje, una emoción. Pero el momento que selló su amor por la literatura llegó cuando tenía once años: una pierna rota durante el verano la obligó a quedarse quieta… y fue entonces cuando comenzó a devorar libros. Su abuelo Paco le llevaba al hospital cómics de Mafalda, Astérix, Tintín, Zipi y Zape, y libros de aventuras como los de Los Cinco, sus favoritos. A día de hoy, aún recuerda diálogos de Mafalda como mantras de su infancia.
Con el tiempo, su mundo lector se amplió hacia nuevas voces. En su adolescencia descubrió a Isabel Allende con La casa de los espíritus, una novela que le tocó el alma, y más tarde se dejó enamorar por Como agua para chocolate, La edad prohibida o los libros de Laura Esquivel. Hoy, disfruta especialmente de la novela negra, y se declara seguidora de autoras como Dolores Redondo, Javier Castillo o Paloma García-Garnica.
Su regreso a la literatura infantil no fue casual: llegó con el nacimiento de su primera sobrina. Desde entonces, escribe cuentos para ella, para sus demás sobrinos y ahora, muy especialmente, para su hija. Su primer libro publicado, Marta y las gafas mágicas, nace de una historia real, inspirada en el proceso emocional que vivió su hija cuando necesitó usar gafas por primera vez. A través de este cuento, Marisol transforma una situación cotidiana en una historia mágica, empática y esperanzadora, capaz de ayudar a muchos niños a ver con otros ojos sus propios cambios y miedos.
Marisol siente una profunda conexión con el arte, especialmente con el universo de Van Gogh, cuya forma de acariciar el color le resulta profundamente inspiradora. También es una apasionada de los viajes: le encanta descubrir nuevas ciudades, perderse entre sus calles y dejar que las historias escondidas en cada rincón se despierten en su imaginación.
Su escritura nace del recuerdo, del amor y de la emoción, buscando siempre crear historias que conecten de manera genuina con los lectores. Cree firmemente que cuando las palabras nacen del corazón, inevitablemente encuentran a su lector perfecto. Esa convicción guía cada uno de sus relatos y la impulsa a seguir escribiendo, con el deseo de emocionar, acompañar y sembrar una semilla de magia en cada niño (y adulto) que abra sus libros.
Con una voz auténtica y cálida, Marisol Castillo Robles se suma al mundo de la literatura infantil con la ilusión de seguir contando historias que inspiren, enseñen y, sobre todo, acompañen a los más pequeños en sus grandes descubrimientos cotidianos.